La frase del mes

"...Yo no estoy contra la policía, simplemente me da miedo..." (Alfred Hitchcock)

18 enero 2008

Reflexiones desde Córdoba

Es la segunda vez que vengo a Córdoba. Cada año ahorro peso por peso para disfrutar con mi familia la mayor cantidad de días posibles de vacaciones. No me da orgullo eso. Digo, el hecho de tener que ahorrar 11 meses para disfrutar todo lo que me gusta de la naturaleza y los hijos en un par de días. Pero es el tiempo que me toca vivir. El de la sociedad de consumo que trabaja y trabaja para "después" disfrutar. Y por ahora, hasta este mismo día, es lo mejor que he podido hacer para pasarla mejor.
Releo un poco y siento que no tengo derecho a quejarme. Porque la verdad es que tengo 30 días para hacer ocio. Y es verdad que no todos tienen esa posibilidad. Lo sé. Y un poco la verdad me avergüenza si digo que no estoy conforme del todo. Pero mi trabajo es así. Advierto el "pero". Al menos, hasta la fecha. Advierto el "al menos". Un tipo de laburo en el que 11 meses dedicás horas y horas al mundo digital. Para que todos los bits sigan en marcha. Un planeta donde la gente vive una especie de universo paralelo. Con shoppings, paisajes, autos, motos, aviones y muchas apuestas y sexo. Todo desde el confort único de la casa. Sin moverse ni un ápice del sillón. Mirando como pasan los tiempos virtuales por el monitor con absoluta atención.
Risa tragicómica de por medio para decir: "Yo vivo de eso". Escribo sobre eso. Enseño a aprovechar mejor la tecnología. Observo y reparo redes y computadoras para que las cosas sean más rápidas, más eficientes. Y hablo de la multiculturalidad y los beneficios de estar interconectados. El 90% de lo que digo durante los 11 meses que trabajo desde mi mouse óptico y el teclado inalámbrico lo creo. A veces creo que creo el 99% para ser honesto. Me reservo el 1% porque también tengo el enorme defecto de estar siempre un porcentaje inconforme.

Tengo una familia que adoro. Una mujer que es capaz de soportar una nariz que sacara el primer premio en una exposición de zanahorias, citando al poeta que más quiero. Sin embargo, advierto el "sin embargo", esos 30 días que me reservo para convivir cara a cara con la naturaleza, para realizar tareas en equipo con mis propios hijos y mi media naranja, puedo decir sin dudarlo que tengo el 100% de felicidad adquirida. Es un ejercicio que me han querido sabotear muchas veces. Pero desgraciadamente para el que lo intenta, no lo sabe pero pobre de él va a fracasar 100%. Porque este ejercicio de ser alegre por el solo hecho de sentir el ruido de las cascadas, ver el intenso brillo que producen las estrellas cuando no hay ciudades llenas de luces artificiales, ni smog que cubra los cielos... despertarse solo por el trinar de los pájaros, sentir la naturaleza como parte de tu propia alma, es lo que me hace sentir enteramente vivo. Y eso me pasa desde chico.

Siempre, al contrario de lo que pueden pensar muchos de quienes suponen conocerme, he tratado de ver la manera de que ese entorno de verde, tierra y agua conviva conmigo cada vez más. Y aunque estén las preocupaciones, la obligación y el deber de que a mi familia nunca le falte nada, quiero ver el modo no sé cómo de encontrar el equilibrio de que mi vida se acerque más a la tierra. Respirar estos aires que respiro durante 30 días. Pienso que en la vida los tiempos deben transcurrir en el tiempo que deben transcurrir. Que las cosas tienen que ir en sintonía con lo que nuestro querido mundo pide a gritos: que vivamos de él sin afixiarlo. Una meta que podemos lograrla. Aunque en esto, advierto el "aunque", desgraciadamente también me reserve un 1% de duda.

07 enero 2008

Observación de las hormigas

para Utopias en FM

El hombre es un ser maravilloso y diabólico a la vez. Claro que esto no es ninguna novedad, es casi obvio. Pero de todas maneras no deja de asombrarme las cosas que podemos construir, los objetos y herramientas que algunas veces son de una belleza inimaginable. Y más aún me cautiva esa habilidad que tenemos para deducir por medio de la observación. Gran parte del aprendizaje de nuestra especie se la debemos a la observación de insectos y animales que habitan este planeta, por ejemplo.

Claro, ahora que hemos aprendido a volar y salir de nuestro propio habitat, también tenemos la posibilidad de observar más allá de nuestro propio nido. Ver como los cometas surcan una y otra vez los mismos circuitos del universo. Presenciar el momento en que una estrella nace y muere. También podemos inmiscuirnos cada vez más en la microscópica vida de bacterias y microbios. Y en ese devenir de miramientos podemos por ejemplo saber que las hormigas, las negras, las rojas, las de cola gris, cualquiera de ellas, son capaces de encontrar el camino más corto entre una fuente de comida y su respectivo hormiguero sin utilizar claves visuales. Es maravilloso, porque hacen esto simplemente por seguir el rastro de las feromonas.

Y se me ocurre las hormigas quizá porque siempre me han intrigado. Desde chico. Recuerdo una vez que mi abuelo me dijo que las hormigas hablaban y para demostrarlo metió dos o tres de las negras en una bolsita de celofán. Cuando acerqué la oreja pude comprobar que emitían un chirrido muy pequeño pero constante. Entonces el asombro hacia las artimañas de mi abuelo fue infinito. Y ni qué decir de las hormigas, que a partir de entonces pasaron a ser casi un producto de investigación constante con todo tipo de pruebas en mis horas libres. No tengo registro de cuantas horas, pero puedo decir que ese año cada vez que salía del colegio alguno de estos bichitos me sufría.

En San Pedro el juego con los hormigueros era una ceremonia infaltable. Yo jugando y ellas siempre produciendo. Trayendo comida para el hormiguero. Me asombraba sobremanera esa manera de asumir su rol sin inconvenientes, trabajando siempre sin cansarse una sola vez. Y más de una vez me preguntaba si tendrían horas libres, citas entre ellas, hobbies... no sé, alguna actividad diferente a la que ejercen diaria y rutinariamente; la humilde y monumental tarea de llevar comida para la colonia.

Pero no estoy aquí para hablar de las virtudes de las hormigas, es claro. Ni quiero pensar el mundo como un gran hormiguero, por supuesto. No me imagino, especialmente yo, José, nacido en San Pedro y de idiosincracia argentina, trabajando todos los días rutinariamente para llevar alimento a la colonia. Digo colonia en este caso como designación de un lugar común desde el cual todos podamos alimentarnos. Para alejar cualquier suspicacia política.

Imagino por un momento lo que seríamos miles de argentinos surcando los caminos, todos los días, al mismo lugar, sin hobbies, ni citas entre amigos, sin cafés de por medio, sin mate ¡y sin el asadito!

Sé que muchos quizá no tienen esa posibilidad. Pero hablo por mi en este caso. Y quiero ser enteramente sincero al respecto: creo que no sobreviviría un solo día sin esa pausa necesaria dedicada a las relaciones humanas. Lo digo sin complejos, culpas ni arrepentimientos: "hacer huevo" es parte fundamental de mi rutina de argentino.

No quisiera saber lo que piensan las hormigas argentinas de los humanos argentinos como yo entonces. “Son la paradoja hecha país”, divagaran. “Una tierra viviente que se retroalimenta de sus propias contradicciones”, dirá alguna filosofa de seis patas.

Es que desde el punto de vista de ellas, desde esa distancia al ras del suelo pueden ver claramente que los humanos argentinos, al contrario de sus pares hormigas argentinas, no somos capaces de hacer ni medio minuto de cola en la carnicería sin querer saltarnos de la línea de alguna manera.

Creo que estos integrantes de la "gran colonia" deben consultar en sus manuales de comportamiento humano, si es normal que dentro de esa idiosincracia del especimen argentino haya paros cada 5 minutos, obreros mal pagos, sindicalistas corruptos, políticos que permanentemente atentan contra las propias reglas que ese país argentino ha creado con una constitución que no parece para nada argentina. Digo, qué le dirán las hormigas papás a las hormigas bebes cuando se les acerca un pie argentino. “Que te pise ¡pero no lo escuches, nene!”

Tal vez si intercambiaramos un ratito nomás las vidas, podríamos comprender que está bueno poder tomarse el espacio que como argentinos nos tomamos entre tarea y tarea. Hacerle gloria a los cafés donde Oliverio Girondo, Homero Manzi, Fito Paez, y una larguísima lista de poetas, abogados, médicos, policías, juristas, profesionales y vecinos de esta querida Argentina han parado para hablar un rato de sus vidas. Que han hecho pausa para compartir un momento con amigos, antes de seguir como hormiguitas, el trabajo diario que sirve para aportar cambios a esta gran casa Argentina que también forma parte de la aldea global. Una aldea que de alguna manera se parece a las colonias que hacen las hormigas. Una forma de organización que les sirve para cuidarse, y cuidar también su tierra, porque en definitiva es donde todos, bichos, animales y hombres, nos alimentamos, practicamos nuestros hobbies, tomamos café, o simplemente jugamos al TEG con amigos.

05 enero 2008

Papá Noel: un juego que revoluciona

para Utopías en FM

En estos días me surge la pregunta, ¿Papa Noel era Pagano? ¿Está bien jugar el juego de Papa Noel? ¿Es Papa Noel o Santa Claus? ¿O es San Nicolás? ¿Es rojo por la versión yanqui como dice por ahí en internet? ¿Una ilusión más para seguir el juego de la economía del mercado?

La verdad, hace tiempo que dejé de darle importancia a tanto cuestionamiento. Si alguna vez le di "cinco de bola" para serme fiel. Y es que para mi Papa Noel es un GRAN juego que me encanta jugar cada diciembre. Buscar los regalos. Armar un arbolito. O ver como arman el arbolito mientras disparo fotos a cada segundo. Eso sí, me encanta colgar a Papa Noel en la punta del árbol. Como quien ha hecho cumbre en el mismísimo Aconcagua. El broche de oro, como quien dice.

Y la palabra jugar sigue estando posterior al armado. Porque viene el momento de armar la carta y ver qué se le va a pedir al gordinflón, y ahí mi pelada y mi panza se sienten tan identificados! Mi hija mayor me mira cómplice. Sigue el juego para el hermano. Me mira y se ríe. Hace teatro para adornar este momento que se ve lo disfruta tanto como los papas. Busca el lápiz blanco para las cejas, para que no se note tanto la diferencia de color. Porque las cejas mías por ahora son negras; y Santa tiene tantos años que esta bien blanco. Y ella me dice que si no cuido esos detalles todo se va a descubrir mas rápido. Son muy sabias sus palabras, así que obviamente le hago caso. Así que en la lista de cosas a tener para el 24 a la noche agrego una base blanca. Para la barba. Para que a la función más linda del año no le falte nada.

Veo esos ojos tan alegres de reunirnos que marcan toda una etapa para esta época del año. El armado del arbolito es el fin de las clases. La llegada del calor. La pelopincho en el patio. Las vacaciones largas. Y como también dejo de dar clases significa el inicio de la época en que Papá va a jugar más tiempo con sus hijos.

Me encanta eso. Por eso la importancia que le doy a una buena representación del papel. Ahí apareció el teatro otra vez en mi vida. Y los objetos, esos que marcan cada paso en la vida de cada persona. Porque si digo radio spika, por ejemplo, puedo imaginarme perfectamente a mi padre. El momento exacto, la acción exacta y la calle exacta en que esa radio estaba en su mano.

Ahora el objeto es el traje de Santa. Que me recuerda que la noche de Navidad hay que ser precavidos. Poner todas las bolsas de juguetes en otra habitación. Preparar el traje, un viejo traje que sirve para crear la ilusión, la magia. Y esto se parece tanto tanto al momento en que los actores esperan salir detrás de bambalinas que me corre la misma adrenalina, la misma pulsión de salir ya mismo.

Pero es a las 12. ¿La hora que nació Cristo? Que paradoja, me digo, un tipo no creyente que sin embargo se identifica con sus palabras. Cuantas veces se repetirá esa historia de torturas y crucifixiones. ¿Por qué las revoluciones siempre son tan poco convenientes al poder de turno? Porque sino no revoluciona, no cambia ni altera, divago mientras corro al baño.

"El año pasado también le agarró ganas de ir al baño a esta hora..." desliza la pequeña sabionda de mi hija adrede. Como para plantear una semillita de duda en el más chico. Como advirtiendo, todo lo que ves puede o no ser. Sabiduría de niño. Jugar, pero estar alertas siempre.

Del baño a la ventana de la otra habitación. Mucho calor. Y otra vez me repito que debo crear una versión más adaptada al verano de este Papa Noel. Gotas de sudor. Almohadas en la panza para engordar aun más mi barriga gorda. El maquillaje que compre este año es perfecto. Tapa bien la barba. Mucho pelo blanco. Botas texanas que mi mujer dice que no van, pero como las poseo desde chico y significan mucho para mi como objeto, creo que es ideal para la función. EL actor debe de rodearse de objetos que le inspiren confianza y alerten su memoria emotiva, reflexiono después de pensar en revoluciones.

Cargo las bolsas a la espalda. Y salgo a dar el espectáculo que debe ser hecho desde el corazón. La voz gutural del jojojo está perfecta afortunadamente y a pesar de tanto brindis. Y allí vienen corriendo con esos ojos tan profundos de inocencia que los recordaré por siempre en mi memoria emotiva. Tengo una fiesta de sentidos. Mi corazón se debe cargar de electricidad. Lo siento. Es como cuando al Grinch se le agranda el corazón, sigo pensando. ¡Dejá de pensar!, escucho el grito de mi profe de teatro.

Una emoción gigante producen esos ojos pequeños. Y más que nunca quiero seguir siendo niño. Para seguir jugando. Ahora de Papa Noel. Jugar y pensar. Pensar y sentir. El juego que viene de todos los rincones del planeta, de las eras más antiguas. El juego que revoluciona, igual o más que el amor, los sentimientos del hombre.