La frase del mes

"...Yo no estoy contra la policía, simplemente me da miedo..." (Alfred Hitchcock)

07 enero 2008

Observación de las hormigas

para Utopias en FM

El hombre es un ser maravilloso y diabólico a la vez. Claro que esto no es ninguna novedad, es casi obvio. Pero de todas maneras no deja de asombrarme las cosas que podemos construir, los objetos y herramientas que algunas veces son de una belleza inimaginable. Y más aún me cautiva esa habilidad que tenemos para deducir por medio de la observación. Gran parte del aprendizaje de nuestra especie se la debemos a la observación de insectos y animales que habitan este planeta, por ejemplo.

Claro, ahora que hemos aprendido a volar y salir de nuestro propio habitat, también tenemos la posibilidad de observar más allá de nuestro propio nido. Ver como los cometas surcan una y otra vez los mismos circuitos del universo. Presenciar el momento en que una estrella nace y muere. También podemos inmiscuirnos cada vez más en la microscópica vida de bacterias y microbios. Y en ese devenir de miramientos podemos por ejemplo saber que las hormigas, las negras, las rojas, las de cola gris, cualquiera de ellas, son capaces de encontrar el camino más corto entre una fuente de comida y su respectivo hormiguero sin utilizar claves visuales. Es maravilloso, porque hacen esto simplemente por seguir el rastro de las feromonas.

Y se me ocurre las hormigas quizá porque siempre me han intrigado. Desde chico. Recuerdo una vez que mi abuelo me dijo que las hormigas hablaban y para demostrarlo metió dos o tres de las negras en una bolsita de celofán. Cuando acerqué la oreja pude comprobar que emitían un chirrido muy pequeño pero constante. Entonces el asombro hacia las artimañas de mi abuelo fue infinito. Y ni qué decir de las hormigas, que a partir de entonces pasaron a ser casi un producto de investigación constante con todo tipo de pruebas en mis horas libres. No tengo registro de cuantas horas, pero puedo decir que ese año cada vez que salía del colegio alguno de estos bichitos me sufría.

En San Pedro el juego con los hormigueros era una ceremonia infaltable. Yo jugando y ellas siempre produciendo. Trayendo comida para el hormiguero. Me asombraba sobremanera esa manera de asumir su rol sin inconvenientes, trabajando siempre sin cansarse una sola vez. Y más de una vez me preguntaba si tendrían horas libres, citas entre ellas, hobbies... no sé, alguna actividad diferente a la que ejercen diaria y rutinariamente; la humilde y monumental tarea de llevar comida para la colonia.

Pero no estoy aquí para hablar de las virtudes de las hormigas, es claro. Ni quiero pensar el mundo como un gran hormiguero, por supuesto. No me imagino, especialmente yo, José, nacido en San Pedro y de idiosincracia argentina, trabajando todos los días rutinariamente para llevar alimento a la colonia. Digo colonia en este caso como designación de un lugar común desde el cual todos podamos alimentarnos. Para alejar cualquier suspicacia política.

Imagino por un momento lo que seríamos miles de argentinos surcando los caminos, todos los días, al mismo lugar, sin hobbies, ni citas entre amigos, sin cafés de por medio, sin mate ¡y sin el asadito!

Sé que muchos quizá no tienen esa posibilidad. Pero hablo por mi en este caso. Y quiero ser enteramente sincero al respecto: creo que no sobreviviría un solo día sin esa pausa necesaria dedicada a las relaciones humanas. Lo digo sin complejos, culpas ni arrepentimientos: "hacer huevo" es parte fundamental de mi rutina de argentino.

No quisiera saber lo que piensan las hormigas argentinas de los humanos argentinos como yo entonces. “Son la paradoja hecha país”, divagaran. “Una tierra viviente que se retroalimenta de sus propias contradicciones”, dirá alguna filosofa de seis patas.

Es que desde el punto de vista de ellas, desde esa distancia al ras del suelo pueden ver claramente que los humanos argentinos, al contrario de sus pares hormigas argentinas, no somos capaces de hacer ni medio minuto de cola en la carnicería sin querer saltarnos de la línea de alguna manera.

Creo que estos integrantes de la "gran colonia" deben consultar en sus manuales de comportamiento humano, si es normal que dentro de esa idiosincracia del especimen argentino haya paros cada 5 minutos, obreros mal pagos, sindicalistas corruptos, políticos que permanentemente atentan contra las propias reglas que ese país argentino ha creado con una constitución que no parece para nada argentina. Digo, qué le dirán las hormigas papás a las hormigas bebes cuando se les acerca un pie argentino. “Que te pise ¡pero no lo escuches, nene!”

Tal vez si intercambiaramos un ratito nomás las vidas, podríamos comprender que está bueno poder tomarse el espacio que como argentinos nos tomamos entre tarea y tarea. Hacerle gloria a los cafés donde Oliverio Girondo, Homero Manzi, Fito Paez, y una larguísima lista de poetas, abogados, médicos, policías, juristas, profesionales y vecinos de esta querida Argentina han parado para hablar un rato de sus vidas. Que han hecho pausa para compartir un momento con amigos, antes de seguir como hormiguitas, el trabajo diario que sirve para aportar cambios a esta gran casa Argentina que también forma parte de la aldea global. Una aldea que de alguna manera se parece a las colonias que hacen las hormigas. Una forma de organización que les sirve para cuidarse, y cuidar también su tierra, porque en definitiva es donde todos, bichos, animales y hombres, nos alimentamos, practicamos nuestros hobbies, tomamos café, o simplemente jugamos al TEG con amigos.

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