para Utopías en FM
Voy a cerrar los ojos un momento y ver... Apagar los noticieros... Dejar de dar catedra... No hablar un segundo mas. Interconectar pensar y sentir.
Pretendo presentarle propuestas a esos sentidos. Y que las sensaciones que emanan del instinto le digan a esa cabeza de hombre moderno si está de acuerdo con las condiciones que plantean sus matemáticas.
Quiero convocar, a través de esos párpados apretados, a una comunión de propuestas: las que brincan y arrasan de la técnica con las de los hombres y mujeres que con una palabra, un gesto, un retaso de tela o un par de acordes pueden herir o alegrar los estados de ánimo del mundo.
Voy a seguir así y en estos minutos de invidente, ahora en este momento, aparece la ciudad de perros en la novela de Clifford Simak, la que paradójicamente me recomendó leer la cabeza pensante del Gato, un compañero de la revista La Maga. Una ciudad imaginada desde el poder intuitivo de los canes. Y como la ciencia ficción siempre ha dominado mis mundos, en otro minuto los sentimientos o el pensar recuerdan claramente las dos sociedades de Isaac Asimov en la saga de la Fundación: la entidad espiritual Gaia, y la religiosidad tecnológica en el inmenso y robotizado mundo de Trantor.
¿La Tierra va hacia ese Trantor que planteaba Asimov? Interrumpe el pensamiento. Cuando era chico me imaginaba que sí -creen los sentimientos- y me entusiasmaba con la idea de que naves espaciales surcaran el cielo. Ni que hablar cuando La Guerra de las Galaxias apareció en la pantalla de un proyector de 8mm en la casa de un compañero de primaria. Espadas láser que sólo dominan quienes son capaces de controlar y enfocar el alma, una religión cuasi oriental que convive con el desarrollo de la técnica llevada al paroxismo.
No sé bien lo que busco en estos pocos minutos de ceguera. Tal vez interconectar esas dos personalidades que llevo adentro. El que no deja de asombrarse por computadoras Pentium 4 con procesadores duales y banda ancha de 4, 10, 20 y más megas... con José, Josecito, que sólo quiere acampar bajo arboledas, ecuchar el trinar de los pájaros o cavar canaletas más grandes cuando llueve mucho. El que quiere proponer ciudades interconectadas para que sea más fácil para todos acceder al conocimiento, con un llegar pedaleando al laburo a través de calles que fueron declaradas sólo para ciclistas.
Quiero pensar o no pensar. Pero quiero que eso sirva para algo. Quiero dejar de escuchar puteadas, patadas, piedras, palos, postmortem... De alguna manera, no sé cómo, tratar de que todos hagamos lo mismo y nos tomemos unos pocos minutos de nuestro tiempo para paralizar el tiempo. Ni siquiera pretendo que querramos lo mismo. No es sano, ni constructivo, no hay evolución de ideas. Pienso, imagino.
Pero eso sí. Porque algo siempre pretendo. Algo siempre busco. Y es que ese pensamiento, esa proyección de pasos a seguir, no implique largas campañas políticas, falsas inauguraciones, la cabeza de miles de gente aplastada. Porque entonces no habrá un minuto de pensamiento. Porque estoy seguro va a dar rienda a los impulsos, que no son malos ni buenos pero no piensan ni un poco. Sólo pretenden un poco de espacio para ver si en algún momento, también, algún día, tendrán su minuto de cerrar los ojos un momento y ver... Apagar los noticieros... Dejar de dar catedra... No hablar un segundo mas. Interconectar pensar y sentir.
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